Estatuto da Criança e do Adolescente del Brasil

Вид материалаДокументы

Содержание


el contradictorio en el mundo de la ciudadanía
Подобный материал:
1   2   3   4   5   6   7   8

el contradictorio en el mundo de la ciudadanía


En el mundo de la ciudadanía, todos los hombres y mujeres son iguales. En el mundo de la anti-ciudadanía, algunos son más iguales que otros16. Para justificar sus arbitrariedades – que discriminan – los reacios, en el imponer arbitrio, arrogancia y mando, siempre argumentan con el hecho de que no hay dos personas iguales en el mundo.

En el límite de la arbitrariedad, donde están los fascistas de derecha y de izquierda, la desigualdad del mundo justifica, para ellos, que unos manden y otros, simplemente… obedezcan, pues son desiguales. De ahí, aquél dictado del tiempo de la invisibilidad infantil-juvenil (que pervierte al mundo y genera violencia): Manda el que puede y, a criterio del mandón, obedece el que tiene juicio.

Sin duda, no hay dos niños o niñas iguales en el mundo. Perfectamente, no hay. Entonces, tenemos que invocar todo el conocimiento acumulado a lo largo de los milenios de existencia de nuestra civilización para argumentar con el principio de la igualdad entre los seres humanos.

La experiencia histórica ya nos ha mostrado que hasta el punto en que nos es posible percibir (sin, porque hay mundos o aspectos del mundo, para nosotros todavía imperceptibles, todavía… invisibles) el conocimiento humano comienza con las percepciones infantiles de lo que cambia, se transforma, o es distinto. Líquidos se distinguen de los sólidos, grandes se distinguen de pequeños. Tristes se distinguen de alegres, Niños y niñas se hacen adolescentes. Y así por adelante.

Intuitivamente, yo, niño o niña, voy construyendo un mapa del mundo a mí alrededor (un informático diría que voy escaneando el que me pasa por el entorno).Voy construyendo emociones de ese contacto enriquecedor y voy racionalizando. Es decir, voy clasificando las cosas en categorías distintas. Ese ato de clasificar emociones agradables y desagradables, visiones bonitas y feas, situaciones buenas y situaciones malas, cosas que me convienen y cosas que… no me convienen, terminan por me permitir formular mis propios juicios (como reconocen los países, cuando adoptan la cláusula 12 de la Convención de 1989, por mí aquí ya citada).

Ocurre, sin embargo, que soy igual a cualquier otro niño o niña, en mi capacidad de formular juicios. Pero los juicios que conformo son absolutamente distintos de los de cualquier otro niño o niña. Cada uno, o una, de nosotros tiene experiencias diversas de vida, tenemos temperamentos distintos, carga genética variada. Cada uno e nosotros formar emociones muy personales, no reproductibles en otras circunstancias. En suma: Somos iguales como seres humanos, pero totalmente desiguales en el patrimonio genético, temperamental, emotivo y experimental de la vida.

De ahí, que debemos ser respetados, respetadas, cada una o uno de nosotros, como interlocutoras o interlocutores de constantes, inevitables, recurrentes diálogos, por nuestros pensamientos y evaluaciones diferentes de lo que nos pasa alrededor. Por la riqueza humana de nuestras multi-variables experiencias de vida. Somos… contradictorias, contradictorios, unas y unos en relación a otras y otros. Sin hablar del hecho de que somos contradictorias y contradictorios, delante de la misma circunstancia, en momentos diversos de nuestra vida.

De nuestra igualdad como parte del género humano, somos diferentes en nuestra individualidad. El género es el mismo, igual, perenne. El género humano. Las miles de millones de especies, cada una constituida por un individuo, son múltiples, únicas, cada cual en su individualidad.

De ahí, que en el mundo de la ciudadanía, el proceso contradictorio es la regla. En todo que es humano hay controversias. Nadie sensatamente puede querer imponer su verdad personal, o su punto de vista individual a los demás. Tenemos que aceptar, como parte de nuestra humanidad, la contradicción de que tenemos que nos entender en nuestra variedad. Y aceptar unos a los otros, en nuestras diferencias. Y no nos discriminar, etiquetándonos mutuamente, en la percepción constante de que mi derecho termina siempre donde empieza el derecho ajeno.

Por eso, todo que se refiere a la ciudadanía de ancianos, adultos, adolescentes o niños y niñas, cuando hay importantes divergencias, todo conflicto de percepciones:
  • Tiene que ser mediado (para buscar el balance de los puntos de vista que se chocan y muchas veces se hacen conflictivos en la familia, en la escuela, en la comunidad o en el Estado).
  • Hay que ser conciliado (para buscar la paz social en la solución de las eventuales divergencias;
  • Y tiene que ser concertado (para construir el bien-estar social, la justicia y el bien común).

Son esas mediaciones, conciliaciones y concertaciones que previmos, lector:
  • Cuando pusimos en el artículo 227 de la Constitución Republicana brasilera, el principio de la libertad (libertad de pensar, querer y actuar) del niño, niña o adolescente, reglamentado por el artículo 16 de mi Estatuto.
  • Cuando pusimos en el artículo 204, los principios de la descentralización político-administrativa y de la participación popular, a través de organizaciones representativas, en la deliberación sobre programas que visan a la ciudadanía infantil-juvenil, también reglamentado por el artículo 88, II de mi Estatuto brasilero.
  • Y cuando fueran concebidos el Consejo Municipal de los Derechos del Niño y del Adolescente (para temas de derechos difusos en los municipios) y el Consejo Tutelar (para temas de derechos individuales, también en los municipios).

Esos consejos median, concilian y conciertan divergencias, en nivel administrativo, el primero en cuestiones que involucran derechos difusos (donde no se puede identificar cada beneficiario o perjudicado en el funcionamiento de programas públicos), el segundo en el ámbito del derecho individual de cada persona, eventualmente amenazada o vulnerada en sus derechos, en los términos en que la ley prevé la intervención de ese consejo.

Sin embargo, hay consejos de esos dos tipos que mantienen la invisibilidad del niño, niña como ciudadano, ciudadana, e imponen arbitrarias e ilegales medidas, en vez de mediar, conciliar y concertar cuestiones controvertidas que loes son llevadas a la solución. Esos desvíos usted conocerá leyendo el restante de este relato.